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jueves, marzo 25, 2010

Denominación de origen, indicaciones geográficas. Marketing alimentario

Hace un par de años a raíz de la presentación de la estrategia alimentaria de Castilla y León para 2008-2011, escribía en este mismo diario que los alimentos de esta región debían ponerse en la vanguardia española, un puesto que ha ocupado tradicionalmente Andalucía. Había buenos mimbres, con diversidad de productos de calidad, voluntad política y recursos. Era un deseo razonable y razonado, pero con bastantes incertidumbres. Hace un año la presentación del distintivo de calidad alimentaria Tierra de Sabor supuso un paso más para alcanzar este objetivo, no exento de riesgo y de algunas críticas. Se trataba de una marca de tenía que coexistir con las estrictas normas de las denominaciones de origen y las indicaciones geográficas protegidas, que no podía crear confusión y que debía ser una buena herramienta promocional para los alimento de esta región.

Importancia de participar en una feria internacional de Alimentación
Un año después acude por primera vez al encuentro internacional Alimentaria 2010, celebrado cada dos años en Barcelona, donde debe pasar su primer test público. Es difícil valorar en un evento ferial el impacto que realmente tiene una marca o un producto, ya que se trata un escaparate donde todos acuden con sus mejores galas. No obstante, entre bambalinas se pueden sacar conclusiones, refrendadas con datos objetivos.

En primer lugar, es importante resaltar que el posicionamiento alimentario de toda una región se apoya, entre otros puntales, en dos realidades diferenciadas y complementarias. Por un lado, cualquier estrategia de desarrollo de un sector debe buscar unos objetivos cuantitativos de carácter económico, que son los que lo consolidan. Los objetivos que se fijaron para 2011 referidos a producción bruta y al uso de materia prima autóctona fueron del 25% y el 35% de incremento, respectivamente. Hasta la fecha se ha conseguido aumentar un 14% en el caso de producción bruta y el 15% el uso de materia prima propia. Dos buenos indicadores que adquieren especial valor al haberse logrado en plena crisis, cuando la tendencia de consumo ha derivado al precio en detrimento de la calidad de marca.

El segundo factor es la imagen que el consumidor se crea de una marca y las consecuentes decisiones que toman las empresas. La marca Tierra de Sabor no es el eje del desarrollo agroalimentario, pero sí una herramienta poderosa. Es la vanguardia promocional, la imagen, el símbolo que debe aglutinar las cualidades y calidades que se quieren transmitir. El indicador más relevante de su eficiencia podría ser el incremento de las ventas como consecuencia de su uso. Pero es muy complejo aislar dicho factor de otros que influyen en la decisión de compra del consumidor, condicionados por un marco socioeconómico cambiante. Sin embargo, una forma indirecta de valorar este efecto es la incorporación de nuevas empresas a la marca. El empresario no toma una decisión de estas características, que afecta a su imagen e implica un cierto control y seguimiento por parte de la administración, si no tiene claro que le supone una mejora en su cuenta de resultados. En este sentido, más de 420 solicitudes de adhesión en un año son un buen refrendo del interés del empresariado. Pero sobre todo el éxito hay que medirlo con sondeos estadísticos en el consumidor. En este aspecto se ha constado que el 60% de la población española conoce la marca y en un 44% condiciona su compra.

Las comparaciones son obligadas, y un referente como la marca de calidad andaluza, con más de diez años en el mercado, solo se encuentra siete puntos porcentuales por encima.

Se trata de una iniciativa bien llevada, todavía más si se considera el difícil momento económico por el que pasamos, pero que no nos debe hacer olvidar que hay otra parte de nuestra alimentación, no pocas veces diferenciada por su origen, que forma parte de nuestra base alimentaria y que conforma gran parte del agro de esta región, es el caso de los cereales, el azúcar, la leche líquida, muchas carnes, huevos, la patata, a pesar del esfuerzo para su diferenciación, etc. Buena parte de estos productos no acuden a estos glamurosos escaparates, pero suponen la mayor parte del PIB agrario regional. La batalla comercial alimentaria se libera en dos frentes, ambos necesarios y complementarios entre sí, el del producto diferenciado, en general con menores volúmenes y más diverso, y el de las pocas pero grandes producciones, que en el aspecto comercial deben ir a su rebufo.
24.03.10 - 00:43 - JUAN QUINTANA publicado en Nortecastilla.es

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